Desde dónde hablamos cuando hablamos de(sde el) arte


Primeras representaciones rupestres junto a signos y puntos

 

Por @Ricardo_AMASTE
Texto completo en pdf
‘Un des-artista es alguien involucrado en la tarea de cambiar de trabajo’,
‘Abandonar el arte es el arte’, ‘La tarea pues, es hacer, teniendo el
pensamiento arte presente, pero manteniendo la actividad tan alejada
de la etiqueta arte como sea posible’
‘La educación del des-artista’
Allan Kaprow, 1970, Ed. Ardora
‘Contra el arte unilateral, la cultura situacionista será un arte del diálogo,
un arte de la interacción. Contra el arte conservado, es una organización
del momento vivido, directamente. Contra el espectáculo, la cultura
situacionista realizada, introduce la participación total’
‘La creación abierta y sus enemigos’
Textos situacionistas sobre arte y urbanismo

1977, Las ediciones de La Piqueta

Los debates sobre qué es el arte, qué hacen l*s artistas, cuál es nuestra función, son temas que ocupan mucho tiempo (¿demasiado?), tanto dentro del propio contexto artístico (¿metalenguaje, diferencias gremiales, búsqueda de sentido?), como en la sociedad en general, con un sentimiento ambivalente entre el rechazo y la fascinación. Entre las acusaciones por su (supuesta) no-practicidad o su elitismo intelectual y social, y una irremediable atracción, provocada en gran medida por esa misma incomprensión. Al fin y al cabo, el arte nos ha acompañado desde el momento en que tomamos consciencia de nuestro ser, de nuestra capacidad para la representación simbólica. Porque el arte -y no el desarrollo de tecnologías-, es lo que nos hace específicamente humanos.

Desde aquella mano graffiteada en una pared con un sentido entre mágico, de autoafirmación y representación; hasta múltiples relaciones tangenciales y sinérgicas con las ciencias, con la filosofía, con las formas de poder, con lo social o lo económico; investigando con-en nuevos (y viejos) lenguajes, modos y sistemas relacionales, materiales, tecnologías, experiencias, escenarios de actuación, canales de comunicación, etc. El arte atraviesa la historia de la humanidad. En todas las épocas se nos ha revelado como una manera de interpretar e interpelar el mundo a través de imágenes, relatos, sistemas, objetos, conocimiento, subjetividad, que nos han ayudado a comprendernos, a evolucionar, a ponernos en cuestión.

Y en todo este tiempo el arte se ha mostrado como tal. Ha seguido siendo arte, a veces más allá del propio arte, incluso a su pesar. Repensándose y reformulándose. Desde su cierta pero compleja especificidad -para bien o para mal, muchas veces y en la actualidad, poco especificable-, de forma concreta o expandida, desde lo situado o evasivo, Y es que no hay un arte, sino muchas prácticas artísticas, en todo caso, un arte con muchas formas y fines. Prácticas artísticas ocupando espacios en ocasiones hegemónicos, pero casi siempre intermedios y desenfocados. Porque el arte (si lo es) se mueve por los límites, en las fisuras, significa búsqueda, experimentación, tensión creativa, innovación, transformación, enfrentarse al ser… Transitar por umbrales que siempre están ahí, en medio de todo y en el centro de nada, que se evidencian en tiempos manieristas como los que ahora vivimos.

Más compleja y controvertida si cabe es la figura del artista. Entre el chamán, el genio, el maestro artesano, el investigador, el mediador, entre la práctica amateur y el profesionalismo, entre la figura de prestigio y el paria. Escapando de todos estos estereotipos. En todo caso, alguien que reclama la autonomía de su práctica, entre la contingencia de lo excepcionalmente protegido y lo permanentemente expuesto.

Una figura -la del artista-, periférica pero central, por sus capacidades para crear, para producir campo simbólico y nuevas subjetividades. Capacidades puestas a veces al servicio de fortalecer o desarrollar normas y sistemas, otras muchas para subvertirlos, para transgredirlos. Capacidades ligadas a actitudes comprometidas, antagonistas, serviles, críticas, empoderadoras, adoctrinantes… Una diferencia ética de actitudes, fácil de juzgar con perspectiva histórica, pero mucho más compleja de valorar cuando se hace un análisis sobre las prácticas y los resultados del trabajo de l*s artistas de un modo contemporáneo.

Pero intentémoslo. Voy a hacer un pequeño ejercicio de auto-ayuda, centrándome en el papel del arte y l*s artistas hoy, Un ejercicio parcial y partidista, seguro que tergiversado, basado en nuestras propias prácticas desde AMASTÉ y en otras cercanas, que nos sirven de referencia en cuanto a actitud, forma y dispositivo, tiempo y lugar. Tratando de entendernos y que se nos entienda. Evidenciando las dudas, las contradicciones, los miedos.


Monumento a la Tercera Internacional de Vladimir Tatlin

 

Primero una brevísima clase de historia

Podríamos remontarnos más atrás, pero un buen punto de partida podrían ser las vanguardias. La primera parte del siglo XX fue un tiempo para las revoluciones. Un bullir de ismos y manifiestos, muchos contrapuestos, basados en la diferencia, todos en un intento moderno de transformación radical, con un gran empeño por librar al arte de la mera representación mimética de ‘lo real’, de su sometimiento a la convención, a la academia. Se trataba de dotar al arte de autonomía para poder trascender en su función. Es el tiempo de movimientos como el Constructivismo, el Futurismo, el Dadaísmo, la Bauhaus, el Expresionismo o el Surrealismo, con artistas muy comprometidos, implicados social y políticamente, que trataron, desde el arte, de forzar y desarrollar las ideas, de llevarlas más allá, liberarlas de la ideología.

Tras la II Guerra Mundial la derrota del Nazismo no trae sino la imposición de otras formas dominantes de ideología totalizadora. Se implanta un modelo bipolar que encarna las peores facetas del Capitalismo y el Comunismo, que someten al arte a una función propagandística desde expresiones formales contrapuestas, todas ellas en nombre de la libertad, siendo mero instrumento del poder: el Expresionismo Abstracto y el Mínimal, el Realismo Socialista, que terminarían encontrándose en el Pop-Art.


La internacional Situacionista reclamando el fin del trabajo alienado

 

En respuesta a estos modelos alienantes, emergen movimientos que recuperan el espíritu exploratorio vanguardista, desde prácticas eminentemente artísticas como el Conceptual, el Póvera, el Lant-Art o la Crítica Institucional, hasta prácticas que tratan de saltarse el marco artístico y diluirse con la vida más cotidiana, como el Situacionismo, el Fluxus o las múltiples expresiones contraculturales, Se conecta con otras prácticas sociales y políticas, con otros ismos como el Feminismo, el Ecologismo, el Pacifismo. Se (re)producen prácticas y formas artísticas en un campo expandido, ligadas al activismo, al diseño, a la intervención en el espacio urbano y en la naturaleza, a la participación y la mediación, a la actuación en los campos de la economía, de los medios de comunicación, de la educación, de las ciencias sociales. Podría parecer que hay una oportunidad.

Entonces llega la posmodernidad, para poner orden desordenándolo todo, para terminar con las utopías en nombre del relativismo y el eclecticismo, como manera de enfrentarnos con menos ansiedad a la incertidumbre de un mundo que se desmantela, que se hace líquido. Todo es neo- pero suena a viejo, una fórmula agotada al servicio del mercado. Tras el alocado desconcierto de los 80, empiezan a derivar la Estética Relacional, el Arte Contextual, la Estética de Laboratorio y otras muchas cosas sin nombre. Un desbordamiento que tiene como respuesta normativizadora el Arte Internacional, una vuelta al orden, a un arte homologado, legitimado por(desde) el (sistema del) arte. Nada (todo) parece valer más allá del perturbado sueño del Capitalismo Neoliberal, retorcido hasta su expresión más perversa y nihilista, ahora en su faceta inmaterial y cognitiva, Un mundo anti-intelectual que sucumbe a la inteligencia artificial. Pura postproducción.

Y aquí seguimos, con los debates sobre qué es el arte, qué hacen l*s artistas, cuál es nuestra función, qué podemos-debemos aportar en este final y/o principio de algo.


COPYSHOP de SUPERFLEX

 

Una posibilidad para-desde donde operar en relación a la categoría arte

En los últimos años, desde AMASTÉ muchas veces hemos tenido que justificar nuestra relación con el arte: si lo que hacemos es arte o no, si tiene sentido como tal… Al mismo tiempo, hemos tenido que explicar nuestras iniciativas en el marco de la innovación social, la educación o la economía, no sólo como arte. Eso -además de para desarrollar un cansino mecanismo de defensa frente a quienes insidiosamente todo lo quieren fiscalizar, quienes burocráticamente necesitan tenerlo todo etiquetado en su correspondiente caja, y en definitiva, quienes quieren seguir teniendo todo bajo control protegiendo sus propios intereses-, sobre todo nos ha servido para reflexionar sobre nuestra propia práctica, abrir conversaciones con otras personas y colectivos que también andan a la deriva (cruzando impresiones con Saioa, Santi, Arantxa, Amalio, Ainara, ptqk, Aimar, María, Roberto, Maider y mucha más gente), y definir una posición llena de matices y en constante movimiento, pero que utilizamos como punto de referencia, como posibilidad para (desde dónde) operar en relación a la categoría arte. Y estamos aquí:

Sobre el arte como una forma de generar otras narraciones, otras subjetividades, otros espacios para lo simbólico, lo disruptivo, lo inesperado, lo emocionante, lo emergente. Otras formas de acercarse y agitar la realidad, para transformarla, para afectarla, para modificarla (al menos) momentáneamente.

Sobre el arte como medio para la reflexión en acción, con que atravesar los conflictos y deconstruir la norma, como posibilidad para la mediación, como membrana, como catalizador de la actividad individual y colectiva, como espacio para el encuentro y la comunicación.

Sobre el arte como práctica experimental, que estimula la imaginación, la discrepancia y el pensamiento crítico, abre alternativas y, si no genera respuestas, si formula nuevas preguntas.

Sobre el arte como una manera de ayudarnos a interpretar el mundo en el que vivimos y a entendernos a nosotr*s mism*s inmers*s en él. Como sociedad-grupo-comunidad y desde lo individual, íntimo y personal.

Sobre un arte que quiere ser público para pensar la vida pública.
Sobre el espacio público como lugar para la acción cultural, social y política. Como un espacio para la ciudadanía, frente a la afirmación simbólica del poder (sea cual sea).

Sobre intentar contribuir a poner en valor a los agentes del propio contexto en el que se actúa. Hacer visibles comunidades emergentes de personas afectadas, a través de procesos de empoderamiento y de prácticas colaborativas, abiertas, que favorezcan la co-creación, la producción cooperativa entre iguales. Dar-tomar el tiempo, la experiencia, la tecnología, la palabra.

Sobre la práctica y la experiencia artística surgida de ámbitos y espacios híbridos, transdisciplinares, multiformes e intermedios, mestizos y mutantes, bastardos a mucha honra, encarnándolo políticamente.

Sobre esforzarnos -tratando de no caer en paternalismos-, en promover un acercamiento distinto de la gente al arte. O simplemente renunciar a nombrarlo como tal, ya que el objetivo de muchas iniciativas no es ser reconocidas como ‘arte’, sino otros fines diversos, que se considera pueden alcanzarse operando desde el arte (o algo parecido a determinadas prácticas y expresiones artísticas).

Sobre la función del artista como alguien que propicia-activa flujos, situaciones, (des)encuentros, conversaciones, mutaciones, procesos, remezclas.

Sobre trabajar en el contexto, desde la práctica artística, sin producir arte (o si).
Sobre comprometerse, involucrarse, afectarse, más allá de dejar huella.


Jamás apoya la muleta, de Miguel Noguera

 

Pero ¿qué podemos esperar-ofrecer al arte?

Está claro que desde el arte tenemos que (re)pensar de manera (auto)crítica sobre nuestro papel en un mundo aparentemente cada día más complejo en su paradójica simplicidad. Tecnologías que nos dan acceso, nos conectan, pero a un todo ultrafragmentado. Globalización que nos sitúa en una red de periferias. Apuesta por los modos de organización, producción, distribución y consumo abiertos, que además y sobre todo querrían ser libres para fortalecer lo común. Lucha de identidades por la hegemonía en vez de celebrar la diversidad y potenciar interdependencias y micropolíticas. Capitalismo metamorfoseándose que se fija en el arte, pero no en lo que hacemos (mercancía que devora y defeca y en el mejor de los casos vomita), sino en lo que somos, fascinado tanto por nuestra autoprecarización militante como por nuestra capacidad para seguir creando a pesar de todo… Emocionante pero agotador. Apocalíptic*s o/y adaptad*s. Homeopatía, virus letal o meros opiacios. Evasión o victoria. Construir-deconstruir-destruir.

Ahí estamos, pensando sobre un arte que siga siendo arte, incluso más allá del propio arte, incluso a su pesar; sin quedar enredado en esa especie de laberinto de espejos en el que puede parecer que el arte es todo, que todo es arte (para terminar siendo nada). Un arte que no contrapone ética y estética, sino que crea un rompecabezas con el que se interroga sobre su propia forma, sobre la ética sin moralismo y la estética sin formalismos. Un arte que no busca reconocerse a sí mismo, sino seguir experimentando, también de manera aplicada (por qué no); pero huyendo de la servidumbre cortoplazista del trinomio pragmatismo / eficiencia / eficacia, sin someterse a planes predefinidos, ni indicadores homogeinizadores, sin que la obediencia ciega al para qué impida adentrarse en la extrañeza, desviarse por otros caminos, probablemente pertinentes si queremos salirnos de una ruta que ya sabemos no nos lleva a ninguna parte. Un arte que no debe olvidar su potencialidad originaria para el desarrollo de lo simbólico, entre la razón y la emoción; que para resultar práctico en otros ámbitos necesita de otras mediaciones-relaciones complementarias que le permitan mantener (actuar desde) su especificidad. Un arte que corre un claro riesgo de instrumentalización e institucionalización (del sistema del arte, del Capitalismo o en realidad, de cualquier sistema hegemónico que tiende por naturaleza a apropiarse de todo), y que a pesar de todo, elige ser; aunque sea huyendo permanentemente de la convención y el populismo, que se imponen de la mano del neoliberalismo (¿quizá hay que dejar de huir?).

Pero también esperamos un arte que no reclame su excepcionalidad como si de un rancio fuero se tratase. Un arte menos autocomplaciente, autoreferencial, gregario ¿exclusivo y excluyente?; más (auto)crítico, más profundamente (in)coherente e (i)responsable, más dispuesto a volver a acercarse (implicar-afectar) a las personas sin renunciar a lo que es, pero sin pasar de puntillas por el momento en que le corresponde ser.