El tren, el túnel, el paisaje y The Economist

Por @Ricardo_AMASTE

Ayer estuve en la ‘clase marginal’ con que Joan Subirats ha abierto el IX Congreso Vasco de Sociologia y Ciencia Politica, que en esta ocasión tiene como lema-paraguas ‘Una Ciencia Social renovada para un nuevo tiempo’.

Que puedo decir, bastante(muy) de acuerdo con sus planteamientos y con las posibles alternativas desde las que trabajar. Un discurso atravesado por la filosofía del procomún. No en vano, él es uno de los impulsores y participantes en la Escuela de los Commons en la que también pululamos desde ColaBoraBora. Además, incluso incluyó una cuña promocional gratuita sobre Goteo.

Así que no me voy a entretener en volver a hablar de lo que ya hablamos-practicamos cotidianamente en ColaBoraBora, sino que voy a centrarme en esas inquietudes, que nos acompañan. Unas cuestiones que quizá no tengan respuesta, pero que no por ello dejamos de hacernos, para no desviarnos (en exceso) del para qué.

Y hoy me quedo con una metáfora con la que arrancó la charla. Con la crisis como un tren que ha entrado en un túnel, del que al salir habrá otro paisaje. Y pienso, mejor otro ecosistema, que precise de nuevas condiciones para su desarrollo, habitado por nuevas comunidades regidas por nuevos modos relacionales y productivos. Un ecosistema que quizá ya no precise de trenes ni de vías. Porque puede que el tren, como símbolo de la revolución industrial, como locomotora del Capitalismo, (por fin) esté llegando de manera irremediable a su última estación, a una vía muerta.

Pero quienes van(vamos) montados en el tren no queremos (y aunque lo deseamos parece que no nos sentimos capaces del todo) reconocer el fin de ciclo. Por miedo, incapacidad o falta de perspectiva, contribuimos a que el tren siga circulando por la vía. Una vía que propicia el desplazamiento del Capitalismo, de la máquina de vapor al TAV. De la primera revolución industrial a la tercera que hace unos meses editorializaba The Economist, basada en los modelos P2P.

Y quizá ahí esté el problema, que quienes se resisten al cambio, quienes no quieren que el tren se pare, cada vez asimilan con más velocidad todos los modelos y contramodelos que producimos entre tod*s. Todo lo queman, toda energía mueve su máquina. En realidad no hay tanta diferencia entre el martillo y Alemania que decía Joan. Herramienta y sistema son y servirán para lo mismo, si no hay una transformación-cuestionamiento de su uso político. Una revolución P2P, si, pero ¿Al servicio de quién? ¿Una revolución para que todo siga igual?

Si no nos enfrentamos a esta cuestión, entonces el viaje no merece la pena. Y además, hasta que no sea irremediable no sabremos si la luz al final del túnel es la ¿salida? o un tren que viene hacia nosotr*s y nos atropella una y otra vez, como si de ‘El Día de la Marmota’ se tratase. Un tren que nos atropella mientras nosotr*s mism*s lo conducimos, hacemos de ‘pica’ o simplemente nos dejamos trasladar de un lado a otro en clase turista.

Así, sabiendo que vamos montad*s en ese tren, y que nosotr*s mism*s encarnamos (casi)todas las contradicciones que achacamos al sistema y sus macroestructuras; me pregunto (ya la siento casi como una pregunta retórica de tantas veces que me la he hecho) si debemos adaptarnos, buscar las fisuras y tratar de reconducir (¿desde lo micro o en una combinación micro-macro?) el rumbo de este sistema y su decadente inercia, o si debemos abandonar esa posibilidad y centrarnos en otras alternativas. Si debemos saltar del tren, pararlo tirando de la palanca de emergencias, echar ¡Más madera!, lo asaltamos y nos deshacemos del maquinista, nos quedamos en nuestro vagón de cola haciendo experimentos, intentamos contribuir a que cambie de vía…

Una posibilidad -digamos socialdemócrata reformista y probablemente fruto de nuestra excesiva institucionalización-, puede ser seguir en el tren, tratando de evitar que descarrile provocando catastróficos daños colaterales (¿No los está provocando ya padecidos por l*s mism*s de siempre?). Aminorar la velocidad. Y mientras tanto, en vagones-laboratorio ir construyendo nuevos medios de transporte y comunicación que nos permitan abandonar la vía, para transitar otros caminos, viajar por los márgenes, movernos por la red distribuida, imaginar nuevos rumbos.

Así que, dos trabajos al mismo tiempo, ambos en condiciones precarias ¿La mejor manera para que ninguno de los dos salga bien? ¿Utopía o realidad? ¿Posibilismo o autocomplacencia? ¿La tercera vía o el último tren con destino al Infierno que va a efectuar su salida?