El próximo 9 de octubre participamos en la VII Jornada Forokoop, en Bilbao, bajo el lema ‘Gizarte-Koop, Economía de Iniciativa Social’. Aprovechamos esta oportunidad para compartir aquí el proceso de transformación que ya hicimos efectivo hace unos meses, por el que pasamos de ser AMASTÉ Comunicación S.L. a ColaBoraBora Koop Elkarte Txikia de iniciativa social. Y para hacerlo, vamos a utilizar como base las cuatro preguntas que nos han enviado desde la organización para articular la participación en la mesa redonda.
Causas y razones de la transformación o constitución en cooperativa de iniciativa social. ¿Por qué constituirla?
Cuando nos constituimos en 2001 lo hicimos como Sociedad Limitada. No lo pensamos demasiado, lo asumimos como la forma normal-convencional, que además significaba nuestra empresarialidad, en un contexto y desde unas prácticas, las del arte, donde la forma empresa no era la habitual. La S.L. nos interesaba como forma con la que evidenciar-confrontar cuestiones como lo colectivo, lo profesional y lo económico. Esa forma jurídica generaba en aquel momento una interferencia.
Pero las cosas han cambiado mucho en estos 12 años y lo que en su momento pudo ser una extrañeza o mala forma, hoy se ha convertido casi en norma y obligación, dentro de la tendencia peligrosamente instrumental y homogeneizadora de las industrias culturales y creativas y de la innovación social. Cualquier iniciativa se ve ahora empujada a empresarializarse, y a pensarse y medirse en primer lugar desde su capacidad de generar valor económico y/o empleo. Por eso, ha sido el momento de dar un paso más; de pensar sobre las formas jurídicas de manera más profunda y consciente, para ajustarnos mejor a lo que somos o queremos ser, a lo que hacemos, a nuestros objetivos y valores (centrados en el procomún, el conocimiento libre y el código abierto, las prácticas colaborativas y el emprendizaje social). Y a la vez problematizar el ser un caso ejemplar de ’empresa cultural’, haciendo explícitos marcos conceptuales (organizacionales, económicos y políticos) que son centrales en nuestra evolución y en nuestro trabajo, como son: la economía alternativa y solidaria, lo que se denomina como 4º Sector o el vínculo entre empresas sociales, empresas políticas y empresas del procomún.
Así, ser Cooperativa Pequeña de Iniciativa Social, pone en el centro, desde un ámbito productivo, las cuestiones de la gobernanza y la propiedad (no sólo qué hacemos, sino cómo nos organizamos para hacerlo y a quién pertenecen, tanto los medios de producción como lo producido), anteponiendo las personas frente al capital -algo que ya era nuestra práctica habitual a nivel informal, pero que ahora se formaliza legalmente-. Además señala y pone en valor lo pequeño como posibilidad distribuida y no como limitación de escala. Y se dispone la fuerza de trabajo no hacia el ánimo de lucro, sino hacia la consecución de un fin social de utilidad pública (es a este fin al que se destinan los posibles beneficios derivados de la actividad económica). La empresa se entiende en primer lugar como un recurso para la comunidad en la que se inscribe.
Llegar a este punto ha sido una decisión acorde con un momento y una disposición, fruto de: un proceso de evolución lógica de la organización en sí; de las iniciativas en que estamos implicadas; y del deseo y la predisposición tanto de socias como de asalariadas (en otros momentos de nuestra historia ya se había planteado el cambio y no cuajó). Una apuesta colectiva por co-responsabilizarnos en un proyecto común, que tuvo su momento simbólico-jurídico más emocionante y significativo cuando el notario, en el proceso de lectura del texto legal del acta de transformación dijo: ‘Esta sociedad abandona el capitalismo’.
Beneficios y dificultades de la experiencia transformadora.
Para una empresa como la nuestra, dedicada a impulsar y acompañar procesos de transformación, esta experiencia ha significado ser una vez más nuestro propio laboratorio, probar de nuestra propia medicina. Ha significado afrontar un reto que, más allá del mero cambio de forma jurídica, está implicando un profundo proceso de reflexión interna, romper inercias y redefinir la propuesta de valor (un proceso en el que han jugado un papel importante, el curso de Empresa Abierta al que acudieron Idoia y Rosa, como el proceso Gugaratxak junto a Norgara, dentro del programa de transformación empresarial basada en las personas del Dpto. de Promoción Económica de la Diputación de Bizkaia). Además, este proceso de transformación nos ha hecho más conscientes de formar parte de un movimiento, de sumarnos a un proceso de cambio en marcha y que no va a parar.
Pero el proceso no ha sido fácil. Porque a pesar de la ayuda de Elkarlan y de otras cooperativas que han compartido con nosotras sus estatutos, reglamentos internos y experiencias transformadoras; al final te enfrentas a la burocracia, las convenciones, a los estrechos marcos legales, a un registro decimonónico, a formalidades que tratan de normalizarlo todo… Además tienes que conseguir mantenerte firme frente a una lógica ilógica, que en vez de primar e incentivar los procesos de transformación y significar los tránsitos de un modelo a otro; te incita a disolverte, a borrar la memoria y empezar de nuevo. Así, una vez más, problematizar las prácticas, trabajar desde las grietas, elegir quedarse en el medio o transitar el camino no marcado, es penalizado.
¿Qué retos tienen las cooperativas de iniciativa social?
El principal reto de las cooperativas es el desarrollo de los valores cooperativos en la práctica, más allá de la forma jurídica, como ADN organizacional y social.
Además, las cooperativas de iniciativa social, debemos significarnos y hacernos visibles, tanto desde la incorporación de este hecho diferencial a nuestra nomenclatura (ahora no hay modo de distinguirlas de las cooperativas generales), como en la necesidad de ser entendidas de manera clara como empresas (o como otra forma de ser empresas), que además de ser tan profesionales y productivas como puedan serlo otras, incorporamos de forma natural, grandes dosis de compromiso, militancia y responsabilidad social.
Debemos buscar que se incentive el desarrollo de este modelo, implementando políticas favorecedoras y estableciendo incentivos y clausulas sociales. Pero además, tenemos que ser capaces de mirar más allá, superar la burocracia, pero también nuestro propio marco lógico, hibridando modelos sin dogmatismos, afrontando contradicciones, abriéndonos a nuevos sectores y ámbitos, más allá de los tradicionalmente entendidos como sociales, para que esa limitación no se vuelva en nuestra contra y sirva para encasillarnos y estigmatizarnos. Porque ¿por qué en un futuro cercano todas las empresas no podrían ser cooperativas de iniciativa social?
¿Cuales son los retos en el ámbito de las relaciones y de la intercooperación?
Probablemente el mayor reto entre las propias cooperativas, como lo era en la pregunta anterior, sea desarrollar el sentimiento y la cultura de cooperar. El aprender practicando a agregarse y desagregarse, compartir retos, desarrollar modelos de colaboración, atreverse a hacer de otras maneras (nuevas y viejas), incorporar las tecnologías, abrir las puertas e involucrar a las comunidades… Para ello, es necesario: fomentar el conocimiento mutuo (servicios, necesidades, puntos en común); superar barreras, desconfianzas y una lógica competitiva hegemónica que también afecta a las relaciones entre cooperativas; pero sobre todo, poder encontrar-tomarnos el tiempo necesario, la oportunidad concreta, los recursos para hacerlo.