Compartimos la entrevista que nos realizó Sören Meschede de hablarenarte en diciembre de 2017 para contribuir al Glosario Imposible, en el marco del proyecto europeo CAPP, sobre prácticas artísticas colaborativas en contextos sociales y comunitarios. En el conjunto de la publicación pueden encontrarse términos como: agentes, autonomía, autoría, contexto, colaboración, obra, retorno, fracaso, confianza… A nosotras nos preguntaron sobre el término “institución”, tomando como punto de partida el texto que previamente habían pedido a Jesús Carrillo. En la entrevista hablamos desde nuestra propia experiencia, de arteleku a Wikitoki, pivotando entre lo público, lo privado, lo social, lo común, tratando de compartir aprendizajes, dudas, éxitos, fracasos, retos… El conjunto del glosario ha quedado muy interesante. Si queréis saber más sobre el conjunto del glosario, AQUÍ tenéis más info, así como el acceso a la tienda online o a descargar la publicación en pdf en castellano y en inglés.
Y sin más, aquí os dejamos la entrevista.
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Jesús Carrillo os define como un ejemplo de alter-institución. ¿Apruebas esta categorización?
Hay muchos nombres posibles. Si hablamos de alter-institución, para mi es importante hablar del papel que Arteleku tuvo en el principio de los 2000. Arteleku fue una institución “clásica” en cuanto a su dependencia de la Diputación de Gipuzkoa o con una figura de dirección, con un director anómalo como Santi Eraso, pero director. Pero supo ser una institución que se repensaba de manera crítica y porosa. Desde el arte se abrió a otras artes, prácticas culturales y movimientos sociales (como los feminismos o la cultura libre). Además supo experimentar con formas de institucionalidad, como con “Proyectos Asociados”, una red de agentes diversos sobre los que se delegaba responsabilidad y que de manera autónoma y descentralizada, gestionábamos parte del presupuesto de Arteleku.
En el caldo de cultivo de Arteleku germinamos entre otros, agentes como AMASTÉ, que después nos transformamos en ColaBoraBora y ahora también formamos parte de Wikitoki; o la Fundación Rodríguez, que luego fue parte de la Asamblea Amarika o ahora sus miembros participan en ZAS. Agentes con una constante evolución hacia formas más colectivas y distribuidas y hacia cierta idea de comunidad. Hablando de “funcionalidad institucional diversa”, quizá la Asamblea Amarika sea el mejor ejemplo, ya que desde su forma de asamblea, sin forma jurídica y a través de grupos operativos de trabajo, llegó a gestionar gran parte del presupuesto de artes visuales de la Diputación de Araba
¿Cuál es el modelo de funcionamiento de Wikitoki que lo hace clasificarse como modelo de una alter-institución?
Cuando trabajamos con Zemos98 y Rubén Martinez en Copylove, aludíamos a los vulnerables, a la multitud que arde en el combate de la vida. Una monstruosa comunidad informal, encarnada en una Godzilla compuesta por un sin fin de pequeños seres cuidadanos. Para mi Wikitoki simplemente es una parte de esa gran Godzilla; y dentro de esta amalgama, su especificidad es el ser un laboratorio de lo colaborativo, alrededor principalmente de lo profesional, de lo productivo, reconectado con lo reproductivo.
Wikitoki es como un huerto y una despensa open source, donde con todos los ingredientes sobre la mesa, tratamos de cocinar posibilidades que nos funcionen mínimamente y de forma transitoria. Wikitoki está constantemente en movimiento, ajustándose de manera imperfecta e incompleta. Está proyectado desde la precariedad y la inestabilidad y eso reclama mucha atención, provoca altas dosis de incertidumbre y es problemático y agotador, aunque también va generando muchos aprendizajes.
No se realmente cuánto de innovador es Wikitoki, pero la innovación como “novedad” tampoco nos preocupa. Somos más una remezcla contextualizada. Nuestra ocupación está más en cómo lograr que organizaciones pequeñas seamos capaces de hacer y pensar de forma mucho más compartida, evitando entrar en lógicas de competencia, intentando satisfacer los intereses particulares, a la vez que producimos y cuidamos retornos comunes.
¿Qué es una institución para ti?
Por situarnos. Nosotras trabajamos principalmente desde Euskadi, un contexto con mucha presencia institucional, muy marcada por un nacionalismo de tradición democristiana, muy paternalista. En lo cultural, lo institucional ha sostenido un tejido de manera precaria a través de subvenciones, ha generado mucha dependencia y clientelismo, ha establecido pocos canales reales de participación, y ha tenido un acercamiento muy instrumental hacia lo cultural, pivotando entre el imaginario tradicionalista e innovador (entre el perro pastor y el Puppy).
La institucionalidad vasca está acomodada y anquilosada, es extremadamente autocomplaciente. No mira hacia afuera, no se abre, no aprende. En gran medida, los cambios que dicen hacer, son retóricos y formalistas, orientados más desde lo burocrático y garantista, que desde un real deseo transformador de resituarse como catalizador de lo público.
Para superar esta situación inmovilista todas tenemos que romper ciertas inercias. Son precisos espacios de diálogo para ver qué queremos que sean las instituciones de lo público, cómo podrían funcionar y qué estamos produciendo ya hoy con los recursos públicos (no solo me refiero a dinero, sino a espacios, procedimientos, canales de comunicación y legitimidad, funcionarias que podrían involucrarse en proyectos concretos, tratos y relaciones internacionales…). Para avanzar en esta dirección hay que plantear nuevas interlocuciones y distribuir la responsabilidad, para que la propia ciudadanía pueda involucrarse y tomar decisiones, a través de sistemas más abiertos y permeables, que posibiliten la interacción y la generación de inteligencia colectiva entre expertas, técnicas, ciudadanas y políticas.
Y a la vez que abordamos la regeneración de lo público, hay que liberar espacio para lo común. Porque paradógicamente, a lo público, en su degeneración, a la vez que se le ha ido descapitalizando en sus funciones, se le ha forzado a extenderse hacia otros ámbitos de la vida, cuya gestión, hasta no hace tanto, tenía un carácter más comunitario. Por eso hay que reaprender a diferenciar entre lo público y lo común. Y que así, lo público se repliegue para coger de nuevo potencia en la gestión satisfactoria de ciertos ámbitos básicos. Y lo común se diversifique, cualifique y despliegue, llevando a la práctica modelos socio-económico-políticos beneficiosos para el conjunto de la sociedad y del planeta.
¿Cómo se consigue establecer un modelo tan ambicioso fuera del ámbito de las instituciones amigas?
A la hora de acercarnos a la nueva institucionalidad, nosotras trabajamos desde las fisuras, las costuras, lo trans, la remezcla. Creemos que en este momento manierista hacen falta formas de institucionalidad realmente monstruosas. Cada civilización necesita sus monstruos, porque son éstos los que marcan los límites y sacan a relucir nuestro lado salvaje, tenebroso y creativo. Necesitamos liberar monstruos, reflejarnos y aprender de-con ellos. Reconocer lo civilizatorio como monstruoso. Y trabajar sobre estos monstruos, no tanto desde el miedo individual, sino desde la producción colectiva de mutaciones y variables monstruosas, para, entre ellas, llegar a generar esa posible nueva institucionalidad.
Quines hablamos de nueva institucionalidad o de extituciones, debemos, no tanto reconocernos a nosotras mismas de forma autocomplaciente como monstruos, sino explorar las potencias de la monstruosidad de los otros. Los monstruos del capitalismo, por ejemplo, aprenden mucho de los de lo común; pero ese proceso de apropiación y tergiversación no se trabaja desde nuestro lado. Si ellos tienen esa capacidad ¿nosotras deberíamos también hacer experimentos para trasladar a nuestro terreno cosas que ellos generan, que adaptadas, podrían funcionarnos?
Empresas como Google, Amazon o Facebook, están sacando partido de la obsolescencia de las instituciones y a través de la observación de nuestro día a día, operando de forma disruptiva, tienen una capacidad brutal de generar recursos, transacciones y una nueva institucionalidad mediada por lo corporativo. Eso para mí son instituciones monstruosas de verdad. ¿Cuáles son las nuestras?
¿Qué se puede aprender de estos monstruos?
Si nos fijamos en ejemplos institucionales como Medialab o Intermediae -comúnmente aceptadas como instituciones de nuevo corte-, vemos que en realidad, aunque desarrollan programas innovadores, son instituciones convencionales en cuento a su gobernanza. Tienen un equipo directivo y técnico, y luego hay una serie de agentes o mecanismos de acceso a recursos. Pero las comunidades que las habitan no tienen una capacidad articulada de tomar decisiones sobre su modelo organizativo, presupuestos o programación. Por otro lado, los “centros sociales de nueva generación” han experimentado mucho más con formas de organización más distribuidas, más horizontales, pero que aún, estando en un claro proceso de avance y maduración, muestran muchas limitaciones a la hora de gestionar lo colectivo, sobre todo de manera escalada.
Para llegar a una nueva institucionalidad debemos generar un cambio de paradigma que se construya sobre lo que ya tenemos, una especie de transición a través de la cual, resignifiquemos y reuliticemos elementos para construir algo nuevo. A su vez, quizá sigamos necesitando elementos estructurales, reguladores, que articulen y coordinen, pero que no acumulen ni una centralidad ni un poder excesivo. Instituciones que, como plantea Amador Fernández Savater, transiten del gobernar al habitar. Y todo esto remezclado con las tecnologías libres, la ética hacker y los modelos de producción de economía directa, hacia la generación de unos comunes globales que se produzcan de forma situada, es decir, un peer to peer co-responsable entre los nodos.
Una diferencia fundamental entre las empresas/instituciones monstruo tecnológicas y la nueva institucionalidad que describes aquí, es que ésta se gesta desde lo público, no desde lo privado. ¿Es posible revolucionar un ideario público? ¿Podría uno argumentar que, la experiencia de los últimos tres años demuestra que iniciativas nuevas se diluyen rápidamente cuando entran en contacto con la institución pública?
En parte, eso es lo que puede estar pasando con los municipalismos. Cuando el monstruo entró en la institución, pensamos que ibamos a poder cambiarlo todo, pero pronto nos dimos cuenta de que hacer cambios no iba a ser tan sencillo.. ¡La institución es el propio monstruo que nos devora!
La lectura más positiva que saco de este periodo es que hemos aprendido cómo funciona la institución por dentro. Quizá nos pasamos de listos, al llegar deslegitimando por sistema, desde el desconocimeinto y el prejuicio del trabajo que se hace en la institución; sin entender las burocracias, problemas y potencias internas y sin valorar suficientemente el trabajo que hacen gran parte de funcionarios y políticos, intentando sacar proyectos adelante.
Una lección (que no se si de verdad hemos aprendido) es que hace falta construir espacios donde se mezclen los adentros con los afueras. No puede ser que llegados a la institución nos desconectemos de lo que sucede fuera, ni que desde fuera, la institución siga siendo el otro al que reclamar y culpar. Una nueva institucionalidad debería estar mucho más relacionada con la mediación, con lo relacional, con la conectividad. Un espacio membrana que posibilite el intercambio. El transware y las comunidades de flujo de las que habla Jose Ramón Insa.
¿En qué radica la desconfianza que tenemos hacía lo público?
Hay un interés por destruir la confianza en la institución pública, especialmente desde el neoliberalismo. En realidad, su programa se basa en destruir la idea de confianza en sí misma. Inocularnos el temor al otro en lugar del deseo de ser comunidad. El negocio de la industrialización del miedo y la seguridad.
Pero el conflicto con la institución pública no solo está basado en este relato. El problema base, es que desde las propias instituciones, en vez de defender lo público y lo común, se ha contribuido a allanar el camino del neoliberalismo, cercenando la capacidad de organización del tejido ciudadano, convirtiéndolo en clientela. Además, donde hubo instancias más cercanas que funcionaban en términos de confianza, se ha impuesto la mecanización y la burocratización deshumanizada.
En ese sentido, sí, es cierto que tenemos un desencanto hacía lo público, pero eso no significa que lo debamos abandonar. Porque quizá lo público sea lo único que pueda asegurarnos una cierta infraestructura básica sobre la que construir los comunes, Y el peligro de deslegitimizar lo público, es que, alguien que no somos nosotras, está aprovechando para asediarlo y corroerlo, para deshacerlo completamente.