Hace unas semanas estuvimos en una de las sesiones del Laboratorio del Procomún, esta vez enmarcada en el análisis y debate del procomún y medio rural que organiza Medialab Prado a quien agradecemos la invitación.
La tarde comenzó con tres interesantes y diversas intervenciones que realizaron Fernando García-Dory, moderador de la mesa redonda y director del proyecto Campo Adentro, Isidro López del Observatorio de la Sostenibilidad en España y miembro del colectivo de investigación militante Observatorio Metropolitano y del colectivo Ladinamo y Javier Colmenarejo, cabrero, quesero y vicepresidente de la Federacion Estatal de Pastores. Más detalles sobre l*s participantes, colaborador*s así cómo el streaming de la sesión lo encuentras aquí.
Isidro acentuó las formas procomunales, el aprovechamiento y conservación de los recursos naturales que han tenido cabida en el mundo rural hasta la transición al capitalismo con los consecuentes cercamientos y la expulsión de l*s campesin*s al mercado. Y esto era posible por el apoyo mutuo y la gestión colectiva, lo que contradice la hipótesis de G.Hardin en “La tragedia de los Comunes”. “Es necesario desmercantilizar para que haya comunal” manifestaba Isidro haciendo a la vez una crítica a la economía ambiental en la que los recursos naturales tienen un precio y es la que guía a las fracasadas políticas ambientales institucionales que a día de hoy se aplican y que nada tienen que ver con una política comunal. Habría que analizar si una posible solución estaría en esa desmercantilización, en la generación de iniciativas cooperativas y empresariales que hagan sostenible y comunal al recurso así como a la economía rural y sus comunidades o en la complementariedad de ambas. El mundo rural tiene dificultades para acceder a recursos institucionales a no ser que sean iniciativas agresivas, de grandes dimensiones y mercantilistas como propone la PAC (Política Agraria Común), por lo que uno de los retos para pequeñ*s productor*s parece tender a formas de organización colectiva que permitan acceder a recursos y generar beneficios que no sería posible de manera individual.
Dentro de la investigación Empresas del Procomún en la que ColaBoraBora participa como equipo coordinador y a su vez investigador se quieren analizar una serie de casos de estudio ubicados en el medio rural que se relacionan con los bienes comunales medioambientales (suelo, agua, semillas, bosques, etc.) y culturales (tradiciones, saberes populares) del lugar donde se desarrollan para lo que se establecen una serie de objetivos. Iniciativas que ya se han puesto en marcha como el programa Nekasarea a través del sindicato agrario EHNE una red entre personas baserritarras y consumidoras encaminado a la Soberanía Alimentaria y que implica una responsabilidad compartida, el “Proyecto Aramaixo : lo local, en contrapartida a la globalización” que entre otros agrupa a productor*s que están recuperando el patrimonio genético frutal, la caldera de madera comunal de Okina o la Declaración Institucional de Orduña por la construcción de la Soberanía Alimentaria y la defensa de la biodiversidad que engloba a experiencias locales de restauración de un sistema alimentario comarcal – local.
Esta germinación de semillas del procomún en el medio rural comparten la colectivización, la gestión sostenible de recursos y la generación de unos beneficios que revierten a su vez a las comunidades locales donde se asientan. Y es desde aquí, desde el trabajo más micro, de la diversidad, de fórmulas de abajo a arriba donde se puede abonar una buena tierra para activar un cambio político en el medio rural.
De este trabajo micro nos habló Javier Colmenarejo que a su vez alertó del peligro de “l*s legislador*s de moqueta o ecologistas de salón” por la realidad poco conectada con la problemática del mundo rural y las exigencias en materia de normativa. Pero para ese cambio o transformación será inevitable la cooperación entre diferentes agentes y aquí hay un trabajo de colectivización y suma de esfuerzos de quienes viven y trabajan en el campo si es que se desea hacer una política desde abajo y se eviten situaciones distorsionadas como las que plantea Javier. Una manera de evitar la disolución y dispersión de propuestas, discursos e iniciativas que conllevará incluir a esos agentes “externos” así como la conexión y participación en movimientos sociales que ya hoy se unen para hacer frente al modelo de mercantilización de la tierra. Es necesario por parte de las comunidades rurales reclamar el derecho a participar en la política rural y al mantenimiento de su procomún y hacer frente a las políticas estatales de sanidad, ambientales (que no ecológicas), económicas,.etc. que hasta la fecha lo único que han conseguido es paralizar muchas actividades y tener un control mayor. Pero para ello será necesario una colaboración entre agricultor*s, ganader*s, productor*s, instituciones locales, empresas locales, ciudadanía, movimientos sociales, sindicatos…etc. Cada comunidad rural tendrá que ir definiéndose y dada la amplia diversidad en este terreno no habrá un modelo único aunque sí el trabajo en red debería permitir el surgimiento de sinergias entre ellas de forma que se cree un semillero de código abierto, un procomún rural de conocimiento y fórmulas de cambio. Una forma de re-inventar y de hibridar el mundo rural entre la tradición y la innovación, que atrás deja la ridiculización del mismo expuesta por Paco Martínez Soria en sus películas.
Tras las intervenciones se pasó al debate en el que se habló sobre el tipo de comunidades rurales que son necesarias para re-activar lo rural, la enemistad del Estado con todo lo comunal, la pérdida de la cultura de la relación y la asociación en el mundo rural y la incorporación del género entre las comunidades rurales. Y con ésta última idea que puso sobre la mesa Maria Ptkq, se generó una conversación sobre si la perspectiva en cuanto a las políticas de género en el ámbito rural y urbano debe ser la misma. En este sentido se habló de un matriarcado que existe en algunas zonas rurales del área central de Asturias que pone en vilo a un tipo de corriente urbana que pretende establecer unas políticas que no serían aplicables a según que ámbitos rurales puesto que de forma implícita y comunal ya existen. Sin embargo estaría bien saber de qué hablamos cuando identificamos ese supuesto matriarcado rural, si es posible que esté visible y explícito y si es algo generalizado en un alto porcentaje de comunidades rurales. Y de forma intuitiva y sin un mínimo análisis creo que la realidad dista de esas islas matriarcales que, afortunadamente, todavía perduran. El II Foro Feminista Rural “Mujeres Rurales y Ecofeminismo” celebrado en Benalauría (Málaga) definía bien esta situación “los efectos de la sociedad patriarcal y de la crisis de cuidados presentan unas características especiales en el entorno rural que enfrenta el futuro desde una problemática social y demográfica muy compleja” apuntando que “la masculinización rural que, al revés de lo que se suponía en los años ochenta, en que se pensaba que se trataba de un elemento coyuntural, hoy se considera un fenómeno crónico”. Es por ello que esa transformación, re-invención más comunal y colectiva del ámbito rural ha de venir acompañada de un cambio cultural en el que la perspectiva género esté presente, bien sea sumándose a las diferentes corrientes que hoy están en activo o re-visualizando esas formas matriarcales que algún día existieron. Las mujeres tienen que ser protagonistas de ese cambio, son una parte clave de esa nueva semilla del procomún rural y es importante que estén incluidas en todos los ámbitos de toma de decisiones, no sólo en la políticas públicas, sino también a nivel familiar o comunitario y en las propias organizaciones sociales cómo se refleja en esta entrevista “la soberanía alimentaria tiene una visión feminista”.
Hay un buen trabajo de redefinir el tipo de semilla que se quiere para una nueva germinación del procomún en el medio rural antes de que nos creen un engendro transgénico tipo Round Up Ready patentado y fabricado por Monsanto que destruye la tierra y la vida en pro de un puro beneficio económico y además injustamente distribuido. Cómo se empiezan a articular esas comunidades rurales, cuáles son los procomunes rurales (tangibles e intangibles) que están en inminente peligro y que es necesaria su “comunalización”, qué actividades económicas pueden generarse del uso de los recursos comunes que reviertan a la comunidad y cómo llevarlas a cabo de forma colectiva, si es necesario la implicación de instituciones locales que apuesten por políticas más comunales para el engranaje de algunas actividades, de qué manera se incorpora la perspectiva de género, etc. podrían ser algunas cuestiones con las que continuar el debate que se generó en el Laboratorio.
Por Rosa Fernández @ColaBoraBora