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EL PRIMER DÍA DE CLASE

Hace 40 años, un día como hoy, fue mi primer día de colegio. Al ser un niño invidente me debería haber tocado cursar la EGB interno en uno de los colegios de la ONCE. Pero no fue mi caso. Tuve la suerte de que mis mpadres, junto a otres mpadres se juntaron para defender una educación no segregada para sus hijes, sino integrada en los colegios públicos de sus barrios.

Para hacerlo posible se creó una unidad de apoyo especializado (CRI – Centro de Recursos para Invidentes) que daba servicio a les profesores y les alumnes para facilitar una integración normalizada de la persona invidente en la escuela. Tras evaluar los primeros pilotos, los CRI’s se convirtieron en un servicio público del Departamento de Educación del Gobierno Vasco. Una experiencia germinal que desde Euskadi se extendió al resto del estado y que a día de hoy es un servicio consolidado, que solo en Bizkaia atiende a más de 200 alumnes. Y sí, ya son 40 años… ZORIONAK!!!

Esta historia fue posible por el empeño propositivo de aquellas familias que se asociaron para defender el derecho de sus hijes a recibir una educación pública junto al resto de niñes de su entrono. Pero también se logró gracias a otros factores humanos y coyunturales que conviene señalar, como: la voluntad política de quienes en aquellos años tuvieron la responsabilidad de dar forma a nuestras incipientes instituciones democráticas; la implicación de les trabajadores de todos los estamentos de educación que hicieron posible aquel experimento; o personas de la propia ONCE que entendieron que la organización tenía que evolucionar con los nuevos tiempos. Algo que es un perfecto ejemplo demostrativo de la potencia transformadora de la innovación ciudadana y la colaboración público-social, de la suma de voluntades, de creer que lo que siempre ha sido de una manera puede cambiarse para ser de otra.

Podemos pensar que algo así pertenece a tiempos pasados, cuando aún eramos suficientemente ingenues y tantas cosas estaban por hacer; y que ahora todo está demasiado institucionalizado, burocratizado, politizado o mercantilizado. Pero no quiero pensar así. Porque yo soy en gran parte producto de aquella apuesta decidida por la inclusión, la diversidad y lo público. Lo viví muy de cerca. Mi padre fue durante muchos años presidente de aquella asociación. Las trabajadoras del primer CRI, que se encargaron de dar forma y poner en marcha el nuevo servicio, fueron en gran parte las que habían sido mis seños de parvulitos en Bambi en Santutxu. Y yo fui une de les primeres 21 niñes invidentes en ir a una escuela pública.

Hoy, 40 años después, gran parte de mi trabajo como parte de ColaBoraBora tiene que ver con contribuir a que se den ese tipo de situaciones, a diseñar entornos y procesos que favorezcan la innovación social desde la colaboración. Eso intentamos a través de proyectos y espacios como Bherria, el EKONOPOLO, Frena La Curva, Sarean o Wikitoki.

Y es que, más que nunca, para abordar los complejos desafíos a los que nos enfrentamos, necesitamos recuperar la ilusión y el deseo, regenerar la confianza entre instituciones y ciudadanía, desencorsetarnos y romper las inercias adquiridas, superar los prejuicios y estereotipos en los que nos escudamos para acentuar nuestras diferencias. Como sociedad necesitamos recuperar la audacia, para desde la cooperación, poder corresponsabilizarnos de un futuro común.

¡PODEMOS HACERLO!

Fotografía: Mikel Alonso
Logotipo: Antón Hurtado

¿Algunas claves para el desarrollo de ecosistemas colaborativos?

Hoy hemos estado en el encuentro Bizkaia Empresa, que este año tenía como eje transversal la importancia de los ecosistemas colaborativos para el desarrollo económico empresarial. Y sí, parece que desde Diputación cada vez apuestan más por esto de la colaboración, siendo conscientes además de que su función institucional puede ser propiciar y cuidar las condiciones para que los ecosistemas y las relaciones cooperativas se desarrollen y den frutos. Desde la intervención de apertura de Unai Rementería hasta la de cierre de Ainara Basurko, pasando por un buen número de aportaciones de agentes empresariales “diversos”, se trasluce que lo colaborativo no es un discurso recurrente o una moda, sino que es algo que está calando y va produciendo efectos visibles y tangibles que favorecen la innovación y transformación, no solo de los agentes que participan en estos procesos, sino del conjunto del tejido y del territorio.

Pero estando en el buen camino conviene no acomodarse, sino ir más allá y profundizar. Y como además desde BEAZ nos invitaban a las 500 empresas que hemos acudido al BEC a hacer propuestas, pues reconociendo los pasos que ya se vienen dando, desde ColaBoraBora lanzamos algunas ideas.

  • Maximizar la biodiversidad del ecosistema para asegurar su riqueza y sostenibilidad. Superar los sesgos limitativos derivados del exceso de atención a las especies dominantes (industrial y tecnológico), para, reconociendo el valor y el papel de esas especies, saber atender y valorar también a otras especies tan importantes y necesarias (tirando del símil biológico, cuidar de grandes mamíferos pero también de los colibrís, atender a los grandes atunes sin despreciar los bancos de sardinas, y también dar valor a organismos mucho menos visibles o comprendidos como insectos, hongos, medusas, líquenes…). La verdad es que si tuviésemos que poner un pero a la jornada de hoy, iría en este sentido: nos habría gustado ver mayor diversidad sobre el escenario para ampliar el imaginario, porque además, somos conscientes de que eventos como este son en gran medida espacios de representación simbólica y de declaración de intenciones.
  • Favorecer el conocimiento y reconocimiento entre los agentes diversos que componen el ecosistema (de distinta naturaleza, dimensión, sectores, función en la cadena de valor, cultura organizativa y productiva…). Y hacerlo siendo conscientes de que la evolución de las especies, ya se ha demostrado que tiene mucho más que ver con la lógica simbiogenética y holística propuesta por Lynn Margulis, que con la competitiva selección natural darwinista que sigue imperando como paradigma cultural.
  • Atender procesos de colaboración verticales (entre agentes de un mismo sector a lo largo de la cadena de valor), horizontales (entre agentes similares potenciando el paso de la competición a la coopetición para abordar retos mayores o más complejos) y transversales (entre agentes de distintos sectores y competencias, buscando la polinización cruzada y una innovación más disruptiva).
  • Trabajar y acompañar los preliminares de los procesos colaborativos antes de apresurarse en la consecución cortoplacista de objetivos finalistas (en claves de generación de confianza, identificación de objetivos comunes y/o complementariedades, ecualización de expectativas, gestión de capitales…).
  • Premiar las relaciones simbióticas y mutualistas y penalizar comportamientos depredadores y parasitarios, para que el dinamismo y la innovación se reproduzcan en claves de equidad y reciprocidad.
  • Incorporar perspectivas y principios transformadores al desarrollo territorial económico empresarial, como los de la economía solidaria, los feminismos, el código abierto, las redes P2P o la permacultura.
  • Cultivar el espíritu y las capacidades colaborativas como claves curriculares transversales a lo largo de la vida (desde la educación formal pero también a través de comunidades de aprendizaje y practica).

Y sobre todo, ser conscientes de que a colaborar, se aprende colaborando.
¡SIGAMOS COLABORANDO!

Imagen: biopedia.com